jueves, 30 de abril de 2009

_21 gramos_

Hoy me he vuelto a morir como muy temprano.
Todavía estaba la ventana teñida de ese olor a sueño profundo que me capa el pensamiento. Hoy te he extrañado tanto.

No va a ser capaz, el día, de refugiarme en una esquina y alborotar mi sién para que salgas y se oxigene este espacio de ventiún gramos.

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El melón abierto de tus caderas
y mis ojos callados.

Pico al silencio para que desinfle
la breve frase que se pierde en el abrazo.
La colegial presencia del aire
que inquieta la tranquila habitación
me ha deshecho en un momento.

Eres tan bello.

Me subí al árbol para tomar la fruta
y caí rendida a esperar la madurez insólita
del parpadeo de tus ojos.

Coge la ropa y vístete.
Huye.

Se transparenta mi alma si respiras
y temo perder el golpe seco,
sobre el que braceo,
para no ahogarme de tanto amor.

lunes, 27 de abril de 2009

_Sin-cero_





No encuentro últimamente mi sinceridad. Se acabó perdiendo mientras al escondite jugábamos.
Como una calada profunda se me ha enganchado al estómago y yo, yo no he hecho nada por salvarla.

¿Nunca has sentido la protección del fingidor vocablo? Pues es así, como una dulce seda de raso que baña sin motivo el cuerpo. Fría pero completa, casi igual que una caricia pero sin la sutileza del calor, así es de engañosa la cruel desidia.

Sólo me importas tú. El resto es un carnaval animado.
He paseado mis besos por cada extremo que arruga tu cuerpo. Palmo a palmo. Quietud con música de fondo inaudible para el que ama.

Te quiero es mi única verdad pero juego a esconderla sin remedio, para que no se queje nadie, para que nadie me hallé un descosido por el que atacar esta dicha de saberte.
Cuando no me ves te estoy mirando. Estoy escuchando cada sílaba que mana tu garganta y como un incauto dogal a mi retina te unes.

Cásate conmigo como anoche, porque un golpe de cadera es nuestra capilla y un leve mordisco nuestro anillo de bodas. Tiende tu rodilla a mi suelo y penetra cada espasmo con la dulce carga de un mañana nuevo.

No encuentro mi sinceridad. Últimamente se ha disfrazado con la exacta perfección. Sólo nace cuando susurras: mas que a mi vida...y me desarmas cualquier disfraz que me puse antaño para eludir la verdad.

…quién lo probó lo sabe.

viernes, 24 de abril de 2009

_qué será?_



No tiene muchas luces esta caricia que se esconde.
En tu franca risa, tras el clímax, me he instalado a vivir. Apoyada la sien en tu cadera voy muriendo, y sólo el baile de tus uñas por mi dorso me rescata.

Sobre el tenue callejón de los sudores, me abrazo al derribo de los besos y, una aurora de ternura penetra en esta caverna, sobre la que enterré la absoluta e inexorable dicha.

Deberías dejar los pezones en la puerta, porque la atemporal rutina negará tres veces que te refugias y duermes en el colco de mis brazos; sino, tu imaginación será presa de la estulticia mas ilusa y verás mi perfil desnudo en cada conversación.
Ven, cuélgalos aquí, en la entrada, no te los lleves. Yo, a cambio, dejaré mi cuello a ellos bordado y volveré también después.

Es el cielo azul de esta mañana o el amor, da igual. Me quedo con tus labios susurrándome un te quiero.


No tiene muchas luces esta caricia que se esconde. Sabe que acabará empapándonos...

miércoles, 22 de abril de 2009

_Verás_



Un jirón de tu pestaña se quedó a vivir en mi pasillo.
Sin premura caía
con la justa inercia de una otoñal hojuela,
con el vaivén exacto de mi placer al suelo.

A veces el silencio de un leve gesto así se muestra;
patinando sobre los reojos
a la cruel lentitud del quiebro de una cadera.
Luego se hace fuerte en el espacio
y desorbita la tarde mas tranquila,
a pesar de la dureza extrema del eco
contra los cristales ahumados del deseo.

Deberías vestir
azul cobalto de campanilla mañanera
y, como la gazania,
abrirte al paso y esperar el gemido mas leve
como sediento instante sobre tu ahogada piel.

Así, quizás así, dejaría en libertad mi pequeño tesoro.


Vuelve. La desnuda piel de tus ojos
es mi alimento favorito.

Si te caen las pestañas las guardo,
tan despacio,
en sedosos goces encerados de aloe vera y lirio claro.


martes, 21 de abril de 2009

_uno, dos, tres..._

No vengas hoy porque me he escondido.

Estoy empezando a callar y mis labios han decidido no dejarme sola en este extraño viaje.

Ayer fue un día duro conmigo misma, al final fue como sentarse a observar tras un cristal.

Dediqué el día a escuchar y he descubierto lo tristes, lo fantásticos y lo ambiguos que podemos llegar a ser. Pobre y grato ser humano, he sentido tanta pena, he pasado tanto miedo y, a la par, he disfrutado tanto y tanto.


Hoy doblo pedazos de mi propio silencio y hago un nudo de sensaciones. A veces corremos tanto que no nos paramos a observar lo que decimos. Benditas sean estas interrupciones de voz obligadas.

Hay días en los que miro a lo lejos y me descubro pensando que habito tras unas hojas y, revuelco cada noche mis parpados sobre el incipiente rocío…

Hay noches en las que caigo a tu lado y elevo las piernas, como quien alza una perfecta sonata, poseyéndote por completo, sólo eso me sana…

Estoy enferma, enferma de encontradas sensaciones. No hay antibióticos ni cura posible.

Cuando una madura y cae del árbol se le va pudriendo poco a poco el aire que le rodea y sólo un inesperado y grácil beso, de los que no traen cuentos, es capaz de sanarla de todo mal.


Voy a seguir escondida.


No busques más que sencillez: así le he llamado al camino que a mí te traiga; porque me dará mucha pena aquel que cuente cada piedrecilla y cada curva hasta mí.


Déjame, déjame sola si ves que mi silencio puede turbarte.

lunes, 20 de abril de 2009

_Dicen..._

Desnuda se sentía igual que un pez en el agua,

vestirla era peor que amortajarla;

inocente y perversa como un mundo sin dioses,

alegre y repartida como el pan de los pobres.

Joaquín Sabina (Amores eternos)



Dicen que los grijos húmedos

a mis labios menores envidian,

sobre el río que no revuelca aguas de mar

salvo cuando la luna cambia de fase,

salvo cuando mi sonrisa brillante

acomete cada poro de mis necesidades.

Dicen que al girar la esquina de una promesa

se cayeron los temblores

los ropajes insípidos volaron

y sobre unas pupilas de satén negro

es posible robar de mis manos...

quizás una lasciva caricia.

domingo, 19 de abril de 2009

_Des-amor_




He salido presurosa a la calle, las últimas de mis neuras sobre el pasillo se retaban. De fondo la luz de la pantalla prometía lides nuevas, pero de esas sin aroma, pero de esas sin gestos.
He salido a mojarme de personas. A cubrir el natural espacio de mi aire, a verme reflejada en la pupila de aquel que no me frecuenta.
Al fondo no quedaba duda alguna. Era yo, anónima y límpia. Era yo, sílente. Era yo sin caricias conocidas, sin apariencias protectoras.
Una mirada ha sumido mis premuras, yo que tan lentamente agitaba el par de azucarillos. Un nuevo sendero abierto al aire. Se ha acercado y me ha pagado el café.
He decidido escapar esta vez.
He decidido no dejarme llevar.
He negado la delicadeza al camarero y he sonreido cortésmente la galantería con un escueto -hoy no gracias.

Es dificil no dejarse llevar pero mas aún quedarse sola.
He salido por no cruzar palabras y tres pares de ellas han sido necesarias.
Cuando volví a casa el pasillo estaba casi encharcado, mis miedos habían asesinado a las dudas.
Apagué la pantalla sin mirarla.
Hoy el interior y el exterior no me afectan.
Voy a arrodillarme a limpiar el suelo antes que una palabra me siegue la ternura.

sábado, 18 de abril de 2009

_Tan sencillo_

Como camina la sombra y su ignorancia tras el cuerpo
y la alacena seca de la boca guarda silentes migas,
así como la muesca no olvida el sujetador tirante
y recuerda el guiño de una brizna el escozor,
así eres mío por mas que estés y no huyas
del calido gozne de mi nalga
y de la huidiza estampa de mi cuerpo.
Tan sencillo como pronunciarte con gemidos
y tan difícil como estampar tu nombre al aire.

viernes, 17 de abril de 2009

_Bobadas_



Me enamoré.
Abrí sus dedos y los hice míos
cerré su cuello al dogal impenitente
y le recé tres padrenuestros en carrerilla.

En la primera esquina que la carne dobla,
le até a la boca un sin remedio
y al verle de rodillas, no le cogí de sorpresa,
ni tampoco me comí su corazón,
ni siquiera tiré el envoltorio,
ni pedí el cambio y un teléfono como excusa.
No.

Simplemente caí y en esas ando.
Con los ojos como raídos de no pegarlos
y el escote enjuto y grácil de no abrocharlo.
Con la entrepierna sorda y feliz
y las nalgas doloridas y risueñas.

En esas ando o eso me parece.
Lo horizontal y brusco es mi calada mas profunda
porque ya no hablo,
ya sólo mascullo tiernas letanías.

O eso me parece y es bien merecido
porque el vuelo llega cuando se calza la horma
y, en cambio yo, ya me las hacía sin alas
surcando pequeños oasis sin haber catado océanos.

Y si de esta vigilia desfallezco
poner en mi epitafio "murió plena",
porque, hora era, de que me astillasen el alma
y me ahogasen a besos de tanto amor.



( y que no se apague esta hoguera )



jueves, 16 de abril de 2009

_Catarsis_


Yo sé que ver y oír a un triste enfada,
cuando se viene y va de la alegría
como un mar meridiano a una bahía
esquiva, cejijunta y desolada.

Miguel Hernández







Hace ya mil setecientos cuarenta y tres besos que no te veo. Según los doy, flagelo el carboncillo de la ausencia y arremeto, otro más, en esa mochila en la que convertí tu esencia.


No es cierto que haya refugios, no lo creas. Se incumple siempre la promesa del no volverte a ver.
Al más mínimo descuido, algún matiz del sándalo suave de tu aroma acompaña a un extraño que se cruza casual conmigo. Entonces vuelves y el amasijo de ladrillos que escaloné; grita como una queja insostenible al ver que las grietas se abren como los corchetes de una lasciva camisola.

En los besos, como en las ingratas tardes
me he tumbado a merecerte.


He oído que venden por medias libras la pura inocencia, voy a buscarla. Me equivoqué conmigo.
Me herí, tan profundo que la mella, como injerto, aún me lastima en las noches extrañas.

Tú sabes de qué te hablo.

Hoy tengo entreabiertas las costuras y se asoma, aún risueña y fresca, la última de tus caricias por ella.

miércoles, 15 de abril de 2009

_Des-varios_

No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando.
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo.
OSCAR WILDE
Caen mis dedos de los pies arrugados
sobre la creciente cita con el frío.
Acabo ya el camino, tras la esquina de una vuelta,
y empecino, los húmedos indices,
por si se excitan y sueñan manos prietas
sobre pezones implorando sedientos
un par de pellizcos de belleza tierna.
No dejaré derramar el caldo
ni sorberé la duda restregando las carnes,
porque, cuando no me encuentres,
cuando me busques
parirá el camposanto un crisantemo insano
y me sabrás despojo inutil y callado.
Dejaré las uñas escarbando la tierra
y, desnuda como tú, pisaré charcos
y calentaré mis pies con el esmero propio
del que sólo guarda sombras de la herida...
mientras sacuda el polvo de mi piel
viendo alejarse tu hermosa estampa.

martes, 14 de abril de 2009

_Indecencia_




Se acabó.

He cogido a la indecencia por los pelos y la he arrastrado. Ahora ya, diga lo que diga, aunque de noctámbulos placeres se trate, me la traerá absolutamente floja.

Le he dado un par de cafés mañaneros y la he mandado con su tórrida madre, esa que le enseño a conjugar subjuntivos empalmes, sin tener en cuenta que, a la fuerza, los años nos ponen el suelo mas lejos y los riñones son una realidad palpable.

Me pregunto si alguna vez notó que el aire tibio olía a todos los matices que juró tantas veces comprender, o si la treta de calzarme en un descuido fue su única meta.

Me levanto de puntillas con el virginal cuidado de no desvelar su sueño, sin prender la luz poniente de la mesilla, porque se le empapan las legañas y, a mi, se me olvidan las verdades.

Hubo un tiempo que mi horizonte apuntaba versos en la mas descuidada pared, por si pasaba y los leía, por si soñaba apretarme el pecho y exudar inguinales mordiscos pletóricos de deseo. Hubo un tembloroso tiempo.

Pero se acabó.

Aunque proteste, la indecencia, sobre el almohadón de los roces vespertinos y, el golpeteo de la lluvia en el tejado se me antoje pasional como un gemido. Aunque tras mi espalda sienta el duro roce de su amante compás: voy a volverme decente y seca flor para poder taponar la herida, aunque vuelva su silbido al poyete de mi ventana con su idílico trino.




miércoles, 8 de abril de 2009

_Realidad_



Si yo tuviese quinientos folios Din A-4 los doblaría con los labios uno a uno por las esquinitas. Olería su perfecto y vacío aroma y les susurraría un verso sobre la yugular del envés.
Armaría de valor sus puntas y les revelaría la pasión de mis sueños.
Si un taco de quinientos folios huérfanos cayese entre mis manos, les inundaría de pinceladas, con tinta azul por las caras, arrullándoles el paisaje más increíble que jamás soñaron, sólo porque todos se sintiesen uno y ya no emigrasen jamás de su taco ni yo de la palabra.
Si tuviese el valor de ir a buscarlos y atarme los pies a la más férrea banqueta, entonces nadaría en tu mirada y sería tan transparente que la saliva al pasarlos, te indicaría mi caricia y dormiría, quizás, cada noche sobre la cabecera de tu cama.
Pero no tengo el taco, lo guardé en el cajón estrecho de debajo de la cómoda, bajo los pijamas de franela y las entregadas mantas de invierno. Quieto sin desembalar y quedo. Con ese olor a papel irrepetible.

Lo encerré porque me gusta suspirar sobre tu cuello y perderme con tu espalda. Me gusta cerrar los ojos y saber a ti y pasar mi dedo por tu pecho hasta estirar completamente la mano para acariciarte. Me gusta prender mi tobillo al tuyo y dejar pasar la noche. Y me gusta el día tembloroso cuando llega y despierto en tu mirada.


Lo encerré porque no quiero ser transparente, ni dormir sobre tu estante.
Te quiero así, con carne por los huesos y hoyuelo en la palabra, porque me asomo a tu desfiladero y cada día te descubro y resbalas en mis manos renovadas de experiencia y no somos transparentes, ni únicos, ni gobernables, ni somos sueños.
Somos quinientos folios cada tres minutos, quinientos sentires cada segundo, y eso, eso no tiene mas cabida que en el par que nace en nosotros.

lunes, 6 de abril de 2009

_...de los amores y lujurias_



He tendido mi corazón en la esquina de tu repisa.

Te lo susurraba anoche mientras te desnudabas y hacías como si yo no te estuviese mirando.


Esto acabará conmigo. No estoy acostumbrada a contemplar la extrema belleza, no. No tiene mi pupila la costumbre de azorarse y caer enferma sólo porque se deslice tu ropa y se me muestre tu piel. Encima, siempre, es perfecto el contraste que baña la tenue luz y el perfil de tu torso, siempre. Cae la ropa y tu espalda me irrita hasta las huellas de los dedos.

Cobro la vida justa.

Un golpeteo irreverente me inunda las caderas y se me va el corazón tras el cuerpo con esa inusitada fuerza que llaman deseo. Me contengo, créeme.


Deberías saber que cierro los ojos en tu ausencia porque no hay vacío. Estas tú. Meto bajo las piernas mis manos para no perderme contra mí, para guardarte, dentro de lo que puedo, la fidelidad absoluta de mis caricias. Pero me nace la lujuria. No deberías estar cuando no estas, pero la sombra de tu cuerpo, se ha hecho un preciso hueco en mi colchón y ya no te iras nunca. Las huellas del alma son imborrables.

Hoy cumplo la promesa que te hice cuando juré describirte cómo te deseaba.

La otra, la promesa de decirte por qué te quiero, no puedo cumplirla, cuando pueda quizás sea que ya no lo hago.


sábado, 4 de abril de 2009

_...y eso_














Me hubiese gustado verle desnudo por última vez.

Quedarme hermosa y quieta junto al pie de la cama y sólo dedicar la mirada a tomarle.

Sacarme las malezas de la garganta me cansa ya.

Es así como me vengo a su desnuda puerta, a su desnuda cadera, a su desnuda plegaria de ternura aún despierta.

Morder despacio la carne que se refugia bajo el pelo, apartar el vicio que se esconde bajo las uñas aún latentes, allí en la ladera de las nalgas, en el quicio del conocido resto que me empapa y, mostrar la transparente lentitud que me ahogaba el rostro sobre su almohada.

Me hubiese gustado verle desnudo por última vez.

Relatarle la libidinosa esencia que guardé entre unos cuantos puntos y comas silentes.

Dejar las alas plegadas ante su paso nunca fue mi sueño. Siempre provocaba el celo más afónico en mis entrañas y me enseñé a convertir el cuadro más absurdo en imagen única y espléndida para tomarle sin pretexto.

Escapó por la ventana, o eso dice. Porque aún no se ha ido, sólo convierte en rutina cada paso, porque ahora se calza ambos pies y sueña embaldosados pisos. Se ciega de hipotecas y premuras pero, ahí, ahí debajo, tras su piel, de vez en cuando se aparece y me hace recordar la última vez que se dejo ver desnudo.

Me hubiese gustado verle desnudo por última vez.

Porque se me olvidó susurrarle que me pertenece así, se me olvidó decirle que me sobra el resto, se me olvidó y ahora sólo espero que un ciego golpe de besos le despierte.




jueves, 2 de abril de 2009

_Te pertenezco_

Cada grano tiene el camino hecho
como un surco ocular.

Es como cuando notas que te aprietan abrazándote. El corazón se zarandea como tembloroso y no esta lejana la tristeza, se instala por un segundo en esa soledad con nosotros mismos que nunca confesamos en voz alta.
A veces es difícil decidir si la nostalgia va a trepar o si la podas para que respire un poco. Notas que se desliza un latente palpito y, es entonces, cuando preclaro se ve el contiguo camino.
Estaba tan triste la pintura azul de las paredes. Descubrí la etérea gama en silencio. Era increíble el tono, se dispersaba alegre e incluso se contraía lascivo, se refugiaba tras el fulgor de la sombra y reaparecía limpio y seguro. Mientras a mi se me caía ese agua traicionera que mana por los ojos.

Es como cuando abrazándote te aprietan. A alguien le acabas importando. Miras tu cara en la foto de la esquina y te das cuenta que aún tienes los puños apretados. Será quizás para no dejar que se diluya el momento.
Sonaba la duda en la cabeza pero se me cerraban los ojos.
A veces el cansancio me toma por los hombros y me dibuja sobre el bolsillo el encantador refugio del compás y así caigo rendida, desapareciendo de la realidad mas tibia.
Pertenezco a tu piel como una arruga.Es como cuando notas que te aprietan abrazándote.