viernes, 30 de noviembre de 2012

_re...

Nadie sabe lo difíciles y absurdos que se vuelven los extremos. Levantas la sabana y el vacío es lo mas humano que intentas hallar, la desconfianza juega de tarde en tarde su baza estúpida y llegar a la asolada campiña se torna un vergel.
(Oasis de la inmundicia ven a resguardarme)


Estaría sucio pensar que fuimos un par de hijos de puta, total sólo jugamos a desnudarnos en silencio y a probar a qué sabía el filo de la humedad. 
Lo de después fue un cúmulo de apreciaciones que nunca tuvieron ni que ver con nosotros: porque en ese momento fuimos un impar nosotros ¿recuerdas?
Te dije que no comprases dulzura, te lo dije y así nació la pasarela de tu mirada hasta la mía. Te dije: no abraces mi cuerpo. Pero desoíste, hasta acabar de rodillas y asegurarme que pertenecías a mi como la piel tras la que me escondía.
Y no, no hubo ya marcha atrás.

Malditos dioses menores jugueteando a llenar de besos hasta las laminas del suelo, malditas rozaduras sin marca, malditos y encantadores ayunos a tu vera.

 
Voy a escanciar el vicio oscuro.
Se esconde en cada suspiro
la tensa cuerda que a ti me ata.
Se arrastran mis caderas
hacia la única parada conocida
y cae resbaladiza la mano
hundiéndose hasta sentir tu llamada.
Aunque yo no lo quiera
se dibuja mi cara en tu lejano techo
y cuando vuelvo la espalda
una manada de desbocadas ganas
dejas caer sobre mi
para sisar el sitio que te pertenece.

Que par de imbéciles capados, ambos. Que inocentes al pensar que la paz era nuestro camino. Arrástrame y dejaré de pensar que cubriste tus sueños con una marejada que rolaba impenitente. A tu pureza aguardo como a una ola extraña que limpie de huellas esta absurda playa en la que vivo.

Tú mueves.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

_perdona_



Perdóname cielo, la boca me quedó reseca. No es buen vocero el limbo rasgado y escuecen las penas cuando se distrae el corazón.
Giras los tímpanos disimulando inocencias absurdas y se te plaga de babosas la tarde mas espléndida.

 

No preocupes a las ramas,
batirán a duelo sino escuchan su caducidad.
Olvidaste untarlas de aceite con dulzura
y ahora sufren el inexistente otoño
como quien mastica una plaga.

Te repites en mi canto, inexorable,
mi dedo alargado de silencios a ti se cuelga.

Así muero cada vez que balanceas la estúpida pausa
y se entona la palabra
y arrebujo esperanzas mal doblabas por la gana
y sobre el ausente cuarto, en cuclillas,
rezo sobre la huella de prisa que dejaste.

No preocupes a las ramas,
creo que al final no quedó árbol para cobijarnos.