martes, 11 de mayo de 2010

_ahogo_

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Algunos no tenemos tiempo para clases particulares, autodidactas con callos en las manos somos. No diferenciamos la ortografía de la palabra, ni la palabra de los corporeos gestos, porque las verdades, al oído y en susurro, no se acuerdan de esdrújulas, pero si suelen quedarse bastante atónitas.

Hoy quiero estar muy despierta, el insomnio place mis músculos y me tensa de placer sobre el filo de tu pelvis. El silencio es lo único necesario para plantar mis dedos deseosos sobre las muñecas de cualquier pared en la que te apoyes.

He roto la balanza de estos aires y esnifar gemidos sigue siendo mi droga preferida.




Ya no recuerdo el tobillo de la luna

cuando en mi oído te bañabas

y me paré en la humedad por si aparecías.

Por si me oías alcé un susurro

blanco y negro de rincones,

corrí entre caricias convulsas

sin moverme del sitio.


(Una pelusilla pícara de tu jersey

se pasea por el vaho de mi ventana)


No, no me cansaba de ver el gesto de tu boca

abrí los ojos y una lágrima se hartó de tu belleza

renovando cada impúdico recuerdo...

Por si me oyeses

he cubierto de agua cada instante

y la noche me ha devuelto tu silencio

apoyado de suspiros.


He vuelto a separar las piernas,

a abrir las huellas de las manos,

a plantar fuego en los pies

y a sentir helado el cuerpo vivo.



La tenue aura de la persiana

me devuelve el sueño

y de los restos no me acuerdo.

miércoles, 5 de mayo de 2010

_...y eso_

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjc7vhfyv1eHLVfUq9OXre64VbIlesto057Ya9cShoc4qGmSNz3oy3mDNRzD_-3aw1kURgueGSKdRgVtxftoyBKbI3dlERApxMeE1fyyD4UhhAESxz_jGqGkC7CfvDv1VIR88MxMweCdFKA/s400/la_fuerza_que_hace_volar_la_flecha_por_el_aire.jpg
Todo este tiempo se ha descorazonado mi vida.

Yo, el mayor de los palpitantes suspiros, apenas amilané el paso al darte por respuesta la espalda. Olvidé que respirar se vocalizaba sólo a la vera de tu nombre.
Jugué a no haberte exprimido con los brazos, jugué al nunca fuimos.
Se desgarró la suela en ese instante y, convivir con la piel supurando por dentro, sólo hace que escupamos la desdicha que nos brota en la garganta.

Así te huí, desterré como si nada las caricias y me apropié de despropósitos; de cerrados ojos que tragaban mis palabras, como doctrinas absurdas, que nunca fabriqué, ni recuerdo haber vocalizado.

Me descaré y le esculpí a los reflejos lo que no era y ellos me devolvieron la credulidad de saberse elegidos e incluso hasta, a veces, amados.
Desnudé las pantorrillas mas buscadas y arrodillé sus egocéntricos caldos para sentir el desafío de apretarlos en un puño, de arrugar sus cluecos espasmos y tirarlos al fondo de cualquier papelera.

Se deshoja la margarita y aún estas. Aún me sabe la mañana al penúltimo roce de tu carne y se me aja la sonrisa.

Por mas que rompa rieles de esos que inundan y alejan, aún estas.
Y tu hoyuelo.
Y tu pupila.
Y lo que fuiste.