Algunos no tenemos tiempo para clases particulares, autodidactas con callos en las manos somos. No diferenciamos la ortografía de la palabra, ni la palabra de los corporeos gestos, porque las verdades, al oído y en susurro, no se acuerdan de esdrújulas, pero si suelen quedarse bastante atónitas.
Hoy quiero estar muy despierta, el insomnio place mis músculos y me tensa de placer sobre el filo de tu pelvis. El silencio es lo único necesario para plantar mis dedos deseosos sobre las muñecas de cualquier pared en la que te apoyes.
He roto la balanza de estos aires y esnifar gemidos sigue siendo mi droga preferida.
Ya no recuerdo el tobillo de la luna
cuando en mi oído te bañabas
y me paré en la humedad por si aparecías.
Por si me oías alcé un susurro
blanco y negro de rincones,
corrí entre caricias convulsas
sin moverme del sitio.
(Una pelusilla pícara de tu jersey
se pasea por el vaho de mi ventana)
No, no me cansaba de ver el gesto de tu boca
abrí los ojos y una lágrima se hartó de tu belleza
renovando cada impúdico recuerdo...
Por si me oyeses
he cubierto de agua cada instante
y la noche me ha devuelto tu silencio
apoyado de suspiros.
He vuelto a separar las piernas,
a abrir las huellas de las manos,
a plantar fuego en los pies
y a sentir helado el cuerpo vivo.
La tenue aura de la persiana
me devuelve el sueño
y de los restos no me acuerdo.