Nadie
sabe lo difíciles y absurdos que se vuelven los extremos. Levantas la
sabana y el vacío es lo mas humano que intentas hallar, la desconfianza
juega de tarde en tarde su baza estúpida y llegar a la asolada campiña
se torna un vergel.
(Oasis de la inmundicia ven a resguardarme)
Estaría
sucio pensar que fuimos un par de hijos de puta, total sólo jugamos a
desnudarnos en silencio y a probar a qué sabía el filo de la humedad.
Lo de después fue un cúmulo de apreciaciones que nunca tuvieron ni que ver con nosotros: porque en ese momento fuimos un impar nosotros ¿recuerdas?
Lo de después fue un cúmulo de apreciaciones que nunca tuvieron ni que ver con nosotros: porque en ese momento fuimos un impar nosotros ¿recuerdas?
Te
dije que no comprases dulzura, te lo dije y así nació la pasarela de tu
mirada hasta la mía. Te dije: no abraces mi cuerpo. Pero desoíste,
hasta acabar de rodillas y asegurarme que pertenecías a mi como la piel
tras la que me escondía.
Y no, no hubo ya marcha atrás.
Malditos
dioses menores jugueteando a llenar de besos hasta las laminas del
suelo, malditas rozaduras sin marca, malditos y encantadores ayunos a tu
vera.
Voy a escanciar el vicio oscuro.
Se esconde en cada suspiro
la tensa cuerda que a ti me ata.
Se arrastran mis caderas
hacia la única parada conocida
y cae resbaladiza la mano
hundiéndose hasta sentir tu llamada.
Aunque yo no lo quiera
se dibuja mi cara en tu lejano techo
y cuando vuelvo la espalda
una manada de desbocadas ganas
dejas caer sobre mi
para sisar el sitio que te pertenece.
Que
par de imbéciles capados, ambos. Que inocentes al pensar que la paz era
nuestro camino. Arrástrame y dejaré de pensar que cubriste tus sueños
con una marejada que rolaba impenitente. A tu pureza aguardo como a una
ola extraña que limpie de huellas esta absurda playa en la que vivo.
Tú mueves.