quedé sola,
se volvió tan enorme la vida
tan transpirable el aire.
me cubrió la inventada vergüenza.
Sólo con el impertinente dolor
aprendí a convivir ausencias.
Me quemó toda.
Me arrastró toda.
sintiéndome una
impar y perdida.
A ver si miras donde me pones los dedos, ¿en qué lugar se te ha olvidado la destreza? ¿en qué oscuro intermedio pariste el bostezo que aún te dura?
Como el franco chasquido de un par de yemas, se me moja la mañana, pero sólo cuando las legañas han abandonado el edificio, nunca antes. Lo peor es que lo sabes.
No me vendas la fina línea del sudor mas frío por un café y un ajetreo, no, no compro.
Me voy a preguntar, un par de minutos, dónde está el asiento de atrás de tu bólido, o la oscuridad tras la última ronda, o mi falda engalvanada por tu ahora, o tu cuello al contraluz de mis abrazos.
Ya ves: una mesa camilla me parece un hervidero y una perfecta esquina, con su tosca levedad, se me dibuja el escenario perfecto.
A ver si te arrodillas mas de cuando en vez y me sorprendes.
A ver.
A ver si me arañas la espalda hasta marcarme porque no te encuentro, que no me valen mas que los aplastamientos sin sentido y las faltas de aire contra el descuido de tu pelvis.
Ahora sigamos haciéndonos los locos felices si quieres, pero rebáname esta noche de alevosía el pensamiento que ya no se aguantan más mis dedos en el bolsillo de la paciencia.
…o eso