Has desordenado mi almohada esta noche. Y la ducha de la mañana la has tomado como si nada importase. Y ahora, sin estar, coges mis manos, y, sin prisa, cultivas estas palabras.
He perdido la cabeza, mi sangre ya no llega hasta ahí.
No creí que pasase pero ahí estas. Con tu cara de “ni enterarte” y quizás nunca lo hagas.
Ahí con tus quehaceres ante mí y yo con estas manos vacías y este latir extraño.
Vete de mi pensamiento porque te arrebataré la boca al más mínimo descuido.
Fue un de repente, lo juro, una lágrima que apenas asomó en tu mirada y ahí, de ahí y por ahí comenzó este suave y ansioso rato de boca seca que me incita a no acercarme.
Y cierro los ojos y te haces presente puro….mientras sólo pienso en caminar por tu lejana piel.
Y tú me leerás ( y quizás sonrías ) sin saberte en estas letras.
No sales de aquí.
Si esto sigue a esta velocidad me temblará la voz la próxima vez que te plantes delante de mí. Será inevitable que baje la mirada. Imposible también que una tormenta no se lleve mis palabras y quede muda, muda y construyendo un muro que me aleje de esta gana de ti.
Te he imaginado temblando y no hay vuelta atrás. Mis caderas y mi cuello, reflejan tu presencia en cuanto pestañeo y la sangre ya sabe qué camino recorrer y se desliza como si ya hubieses aceptado.
Vete, huye ahora que no sabes nada.
Me he descubierto hablando en voz alta, como si ya me hubiese pegado a ti contra la primera pared útil que aguantase este deseo.
Un chasquido me llevó a tu lado. La levedad de un simple gesto. Un imperceptible roce que tú ni notaste y que yo guardo, aunque no me atreva jamás a decírtelo, en lo más íntimo y oscuro de mi ser.
Sigues.
He cansado mi cuerpo. El sudor deslizándose no ha sido bálsamo suficiente. Creí que si.
En cada esfuerzo te arrastraba lejos, pero te has clavado como una estaca a mis 21 gramos y hasta que no avive el fuego o lo apague: un ascua viva me estará consumiendo.
Casi me manco al huir de la imagen de tu espalda, de tus brazos, tu suave contoneo repica en mi memoria...
Casi me atraganto con la tersa pureza que no te das cuenta que me impregnas.
Pero te apareces sin avisarme y el calor me puede.
Demasiados días para conformar mi estrangulada garganta y simplemente volver a verte caminar. Tú en un extremo y yo a lo lejos, intentado aparentar normalidad.
No sé si voy a poder, algo así nunca me había tocado.
Tampoco se ya si podré siquiera dormir, me despierta tu veneno a las tantas e imagino que aplastas mi respiración. Susurro palabras que negaría minutos después.
Cuando me veas no me roces.
Las yemas de mis dedos dibujan ya sin motivo las curvas de tu pelo. No, no me roces.
Vivo en ese último instante en el que te vi volverte.
Porque ya no estoy. Apenas piso el suelo.
Me brillan demasiado los ojos e intento negarme a mi misma todo esto.
Es tarde y no entiendo los motivos. Sólo sé que me puedes, sólo que tu manera de hablar, tu entonación y tu suave risa han sido caldo de cultivo en mis entrañas.
Confieso que tengo la mala idea de desordenar tus nalgas a mi paso, la mala intención de pegarme a tu cuerpo y el mal presagio de que te dejarás ir sólo si quizá te lo pido.
... y eso