Maldita sea la exuberante espera, el contoneo, el baile desigual de la cadera, el estirado cuello, malditos, malditos sean, los silentes y afilados dedos. Maldita su oscura estampa, maldito el vergel del tiento que perfila cuartos crecientes al mas fresco y acuoso lienzo.
No pongo notas sobre el clavo, acabó su roma punta engarzada a un grácil golpe... que libó mi aliento.

No puede mi corazón turbarse más
que con la sucia bocanada de tu imagen,
a fin de cuentas, no se corrió el gesto
al distraer los ojos con el trasero anónimo.
Empuja violento que la pared parará mi golpe
toma los tobillos y seduce mi oído.
Estornuda inquieta la última caricia sobre el recuerdo,
se prende la sombra de tu espalda al húmedo vaivén,
y froto la gana, entrecortando el imaginario espacio
que me escupes como una hostia en la mejilla.